by Ariadna Beneventi Pacheco, Girl Rising Student Ambassador
One in three girls worldwide experience some form of digital violence before the age of 18. Behind every statistic is a girl whose dreams and education hang in the balance.
For many, the internet—a tool designed to connect and educate—has become a source of fear and isolation. Cyberbullying, anonymous threats, and the sharing of private content without consent break their sense of safety and belonging. These attacks don’t just end with a few violent words; they follow girls into their classrooms, impacting their focus, participation, and self-esteem. Their academic performance declines, and in some cases, they drop out of school.
I remember a girl in my school who was always the first to raise her hands. She was confident, curious, and motivated to learn. But then everything changed. When we started using cell phones, using sites to post anonymous apps became normal.
A message about her started circulating on social media. At first, she tried to laugh it off, but the comments kept coming—all anonymous so she could not tell who was posting them. I watched as she withdrew into herself, her vibrant personality disappeared, because of fear and shame. She stopped participating in class, her grades began dropping, and eventually, she stopped attending class. Her story is a reminder of how digital violence doesn’t just hurt—it steals opportunities, silences voices, and forces girls to abandon their education.
In the 21st century, the rise of digital violence has increased exponentially. The use of artificial intelligence, the creation of sites to post anonymous confessions, and the diffusion of private content are some of the ways to reproduce violence against girls. Unlike traditional bullying, digital violence follows their victims everywhere, invading the safety of their homes and spaces and creating a constant state of anxiety. This issue disproportionately affects girls, who are often targeted for their appearance, opinions, or simply for existing in digital spaces.
The emotional consequences of cyberbullying are tough. Victims report feelings of shame, fear, and isolation, which can severely sabotage their self-esteem and mental health. These psychological effects carry over into their academic lives. Girls who experience cyberbullying struggle to focus in class, lose interest in their studies, and avoid participating in discussions. Some even stop attending school altogether, afraid to face their peers or teachers who might have witnessed their humiliation online.
The long-term consequences extend far beyond the classroom. Girls who drop out of school because of cyberbullying face limited career opportunities, perpetuating cycles of inequality and economic dependence. Furthermore, the silence surrounding digital violence normalizes this problem, leaving countless others vulnerable. Addressing this crisis requires urgent action. Schools, policymakers, and tech companies must work together to create safe online spaces. By protecting girls from digital violence, we preserve their right to education but also empower them to shape a future free from bullying.
en español
Una de cada tres niñas a nivel mundial viven alguna forma de violencia digital antes de cumplir los dieciocho años. Detrás de cada estadística está una niña que sus sueños y educación cuelgan de un hilo.
Para muchos, el internet, una herramienta que conecta y educa, se ha convertido en algo que causa miedo y aislamiento. El ciberbullying, amenazas anónimas y la difusión de contenido privado sin consentimiento rompen la seguridad y sentido de pertenencia. Estos ataques no solo terminan con unas cuantas palabras violentas; estas persiguen a las niñas en sus salas de clases, impactando su concentración, participación y su autoestima. Su desempeño académico disminuye y en algunos casos, dejan la escuela.
Recuerdo cuando una niña es mi escuela que siempre era la primera en levantar su mano. Era segura de si misma, curiosa y motivada en aprender. Pero después todo cambió cuando comenzamos a usar teléfonos celulares y las páginas de confesiones anónimas empezaron a popularizarse.
Un mensaje sobre ella comenzó a circular por redes sociales. En un principio ella se rió, pero como los mensajes continuaron. Como todos eran anónimos, ella no tenía como saber quien era quien los posteaba. Fui testigo de cómo su esencia se fue perdiendo. Su personalidad vibrante desapareció debido a su miedo e inseguridad. Dejó de participar en clases, sus notas empezaron a bajar y eventualmente, ella dejó de asistir a clases. Su historia es un recordatorio de cómo la violencia digital no solamente daña sino que roba oportunidades, silencia voces y fuerza a las niñas a abandonar su educación.
En el siglo veintiuno, el incremento de la violencia digital a crecido exponencialmente. El uso de inteligencia artificial, la creación de sitios para publicar confesiones anónimas son tan solo unas de las maneras de reproducir violencia en contra de las niñas. A diferencia del bullying tradicional, la violencia digital siguen a sus víctimas a todos lados, invadiendo su seguridad propia, de sus hogares y de sus espacios de convivencia, creando un estado constante de ansiedad. Este problema afecta desproporcionadamente a las niñas, que a menudo apuntan a su apariencia, opiniones o simplemente por existir en espacios digitales.
Las consecuencias emocionales del ciberbullying son duras. Las víctimas reportan sentimientos de culpabilidad, miedo y aislamiento, que pueden sabotear su autoestima y salud mental. Estos efectos psicológios afectan directamente sus vidas académicas. Las niñas que experimentan ciberbullying luchan por concentrarse en clases, pierden su interés en sus estudios, y evitan participar en discusiones. Algunas inclusive dejan de asistir a la escuela, con miedo de enfrentar a sus compañeros o profesores que podrían haber sido testigos de su humillación online.
Las consecuencias a largo plazo van más allá de su salón de clases. Las niñas que dejan la escuela debido al ciberbullying enfrentan limitaciones en oportunidades académicas, perpetuando ciclos de inequidad y dependencia económica. Además, el silencio que rodea la violencia digital normaliza este problema, dejando a muchas vulnerables. Afrontar esta crisis requiere acción urgente. Los educadores, políticos y compañías tecnológicas deben trabajar en conjunto para crear espacios seguros en línea. Protegiendo a las niñas de la violencia digital, preservaremos su derecho a la educación y también empoderandolas para construir un futuro libre de bullying.
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